La tiranía de la estadística (parte II)


¿Le gusta el puré de caja, por qué? Por ligero, por untable, porque es fácil de hacer. ¿Le parece que las carreolas son caras? ¿Está siempre dispuesto a gastar por la comodidad de sus hijos? ¿Qué le atrae más cuando bebe un yogurt?, ¿el color?, ¿la consistencia?, ¿el sabor? ¿Qué es light? ¿Lee usted?, ¿mucho, poco o nada? ¿Va usted al restaurante? ¿Qué piensa usted de las vacaciones? ¿Dónde pasa sus vacaciones? ¿Le gusta la gelatina? ¿Cuánto cree usted que cuesta un encendedor como éste? ¿Qué cualidades le exige usted a su colchón? ¿Qué piensa cuando oye la palabra “chocolate”?, ¿Qué le parece su lavadora? ¿Está usted satisfecha de ella? ¿No produce suficiente espuma? ¿Lava bien? ¿Desgarra la ropa? ¿Seca la ropa? (Las cosas, de Georges Perec).

Foucault ya nos había dicho que el capitalismo se caracteriza por instituir técnicas de poder que definió como “técnicas disciplinarias” y “técnicas biopolíticas”. Las primeras tienen como objeto el “hombre/cuerpo” (un cuerpo individual, el cuerpo máquina) las segundas se encargan del “ hombre/población” (la masa) (ver: Textura Oct.20 ). La biopolítica requiere las estimaciones estadísticas y las mediciones, pues no se trata de modificar tal o cual fenómeno en particular, de un tal o cual individuo, sino de intervenir a nivel de fenómenos generales de un público o población.

Así pues, lo que la estadística debe traducir en datos son los actos sociales como son: morir, nacer, comprar, vender, etc. y la intensidad, es decir los deseos y las creencias, para definir la relación social mediante las tendencias y las variaciones que pueden regular las contingencias y lo aleatorio. Estos actos y esta intensidad, por su naturaleza y número, no son “disciplinables”. Sólo un tratamiento probabilística puede asegurar su regulación.

La biopolítica ha comenzado a tocar la vida psíquica, hoy la biopolítica presta atención a la vida subjetiva. Los psiquiatras y psicólogos usan también las estadísticas. Con instrumentos de medición, por medio de test, pruebas y cuestionarios se descompone a la persona en elementos insignificantes y luego el diagnóstico se localiza en un llamado “Manual de Diagnóstico Estadístico” (DSM IV). Por ejemplo, si hay cuatrocientos casos singulares de niños inquietos y a todos se les da una misma pastilla, cada uno esos niños queda destituido de todo lo que tiene: lo único. Son destituidos de sus atributos. Se hace de los cuatrocientos, uno, y lo único ahí pasa a ser la pastilla.

“El hombre sin atributos” es un fragmento. (ver: Textura Nov.10 ), es efecto de la introducción del cálculo y la cuantificación sobre nuestros cuerpos. Esos cálculos hacen que el individuo se vueva ínfimo y le prescriben un nuevo destino estadístico que le bruma. Lo que abruma es la llamada “normalidad”. La media prescribe lo normal y lo singular de cada vida, es decir, lo que no entra en la media se persigue sea para eliminarlo, sea para patologizarlo. El imperio de lo típico elimina los extremos, sólo funciona la mediocridad. La medianía, lo típico se instala entre nosotros. El mediocre queda encerrado en la estadística. Lo que abruma es precisamente el reemplazo de lo singular de cada uno por lo típico. La vida singular desaparece por un modo típico de vida. Pasamos de un régimen de lo singular a lo general que gobierna la estadística.

El psicoanálisis se inventa en tiempos del “hombre sin atributos”, Musil y Freud son contemporáneos. Para el psicoanálisis –si hay estadística posible es de uno– caso por caso. El psicoanálisis opera de lo singular a lo singular. Para el psicoanálisis un paranoico es distinto a otro paranoico, no hay dos casos iguales.

El riesgo que cada analista tiene que correr es tolerar que el que sale no es el mismo que entra en y el que regresa no es igual que aquel que se fue. Freud sostenía que en psicoanálisis la teoría es teoría de un caso, y un nuevo caso pone en cuestión la teoría del caso anterior. El psicoanálisis es una invitación a hablar para ser escuchado.

RETÓRICA VS. CUESTIONARIOS
Vivimos en tiempos poco aptos para la retórica, para la lírica, en estos tiempos antipoéticos el futuro se nos revela como estadístico. Las pruebas, las encuestas y los cuestionarios invaden nuestra cotidianidad. Un cuestionario es un instrumento utilizado para la recolección de información, diseñado para poder cuantificar y universalizar la información y estandarizar lo singular. Permite la comparación de la información. Las preguntas del cuestionario tienen un componente que apunta al componente de la subjetividad. Los cuestionarios dan respuestas múltiples y cerradas, sólo se trata de elegir una respuesta (determinada en la misma encuesta) o marcar una casilla.

En los cuestionarios no se pide que conteste lo que se le ocurra sino que responda seleccionando una de las respuestas dadas, no se admiten variaciones ni explicaciones. Al margen de mi responsabilidad quedo inserto en las respuestas y a partir de ahí comparable con otros.

El cuestionario afecta el lenguaje, cuando uno responde un cuestionario, está obligado a responder en el lenguaje del cuestionario, un lenguaje sin retórica, un lenguaje sin agujeros. El lenguaje de la retórica se rompe por un lenguaje exacto. La retórica permite hablar de la cosa, usando la parte por el todo, el todo por la parte. Hablar implica hacer uso de las metáforas y las metonimias (tropos), el cuestionario no, su estructura es cerrada.

Se ha hecho creer que las encuestas permiten ver qué “quiere el cliente”,
Geroges Perec en su libro Las cosas describe cómo los psicólogos y sociólogos, con los cuestionarios no buscan lo que quiere el cliente, sino que dotan con sus preguntas a las personas encuestadas con los gustos y los comportamientos más diversos. El gas, la electricidad, el teléfono, los niños. Los trajes y la ropa interior. La mostaza. Las sopas en bolsas, las sopas en cajitas. Los cabellos: cómo lavarlos, cómo teñirlos, cómo conservarlos, cómo hacerlos brillar. Los estudiantes, las uñas, los jarabes para la tos, las máquinas de escribir, los abonos, los tractores, el tiempo libre, los regalos, la papelería, el blanco, la política, las autopistas, las bebidas alcohólicas, las aguas minerales, los quesos y las conservas, las lámparas y los visillos, los seguros, el jardín, todo, absolutamente todo ha pasado por las encuestas.

Continuará
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