Textura de la mirada/I


Por ANA BAÑOS, PSICOANALISTA / MARZO 03, 2008

“La reproducción prohibida” de Magritte.
Todo nacimiento es un alumbramiento. Alumbrar no es “ver la luz” sino dar luz. Es poner luz, iluminar, echar los reflectores. Alumbrar tiene parentesco con lumbre, lumbrera, lunar, lunático, vislumbrar, deslumbrar, alucinar, alucinación y elucubración.

La luz no es lo que vemos con el ojo, la luz es lo que permite ver, es esa iluminación, luminaria, luna; punto luminoso, lustre mancha que nos mira cual lunar en un rostro. 

Nada vemos sino es por la luz, nada vemos sino es por la mirada. La mirada acompaña la visibilidad. Lo que vemos no vale –no vive- a nuestros ojos más que por lo que nos mira. En otras palabras, lo que nos mira es como la luz de un faro que ilumina, atrae y orienta.

Notemos que en los museos hay cuadros que todo el mundo ve, la gente se apiña frente a ellos, en cambio hay otros que nadie pela. Incluso algunos capturan al espectador por horas; por ejemplo, Dora, la famosa paciente de Freud se quedó dos horas contemplando a “la Madona” de Rafael. 

Las pinturas más concurridas tienen mirada y por lo mismo se las ve. Cada espectador ve lo que le mira.

Una pintura no es espejo que refleja una realidad a priori. La pintura –vía la mirada- construye la realidad para los ojos del espectador, eso es el arte. La mirada no está en la imagen visible del cuadro, la mirada es un no-visible que como la luz permite ver. La mirada es el perfume y el sabor de una pintura.

En su obra :“La reproducción prohibida” de 1937, Magritte subvierte el orden de la razón al subvertir los hechos cotidianos. Veamos, el hombre del cuadro está frente un espejo, pero ese espejo no devuelve el rostro que tiene enfrente, sino que muestra lo que el espectador que está frente al cuadro ve: la nuca. 

El cuadro de Magritte hace vacilar la razón, el espejo ahí presente no refleja lo que debe reflejar, es un espejo muy activo. ¿Es eso un espejo? 

Un espejo, en principio, no es un artefacto voluntarioso sino completamente pasivo. Un espejo jamás interpreta, aunque –en eso es decisivo- el espectador siempre interpreta al espejo. Un espejo debe mostrar sólo la imagen fugas y actual de lo que se encuentra frente a él. Más aún, es el reflejo lo que hace a un espejo. 

En el orden de la razón cotidiana, un espejo refleja una imagen y la invierte de izquierda en derecha. En “La reproducción prohibida”no se invierte la imagen sino que se invierte el espejo, pues este no muestra la percepción de lo que debería ser reflejado sino refleja la percepción del espectador. El hombre del cuadro no se ve en el reflejo, porque el espejo refleja lo que yo (el espectador) veo. Ahí Magritte nos presenta el circuito de la mirada. Es decir, una mirada, que se nos regresa mirándonos.

“La reproducción prohibida” sólo se puede ver en la medida en que el espectador participe en él, dado que ahí Magritte también subvierte la división adentro-afuera. El hombre de la pintura, que está adentro del cuadro, ve su nuca, que me mira a mi espectador que -en principio- estoy afuera del cuadro. Magritte hace estallar la coherencia de la realidad. Entonces ese espejo refleja, pero sólo refleja para referirse al espectador, que se creía estar sin participación alguna. 

“La reproducción prohibida” muestra ese punto donde quien ve, se une a lo visto. 

Los cuadros siempre están separados de lo que muestran, pero este no, Magritte se rehúsa a permitir que la realidad del cuadro triunfe sobre la realidad de la experiencia.

En “La reproducción prohibida” localizamos tres formas de espejo:
1) Un espejo activo, espejo que refleja lo que el espectador ve.
2) un espejo que rechaza el ambiente de la escena presentada, no hay algo que indique donde está colocado y 
3) el espejo pasivo, espejo plano común que, en este caso, refleja el libro “Aventuras de Arthur Gordon Pym of Nantucket” de Edgar Allan Poe situado a la derecha del cuadro. 

Los cuadros de Magritte, al igual que una buena historia detectivesca al estilo Sherlock Holmes o de Edgar Alan Poe, requieren que atendamos al detalle. En este caso se trata del giro en el circuito de la mirada. 

En los museos también se encuentran otras imágenes (pinturas o esculturas) que causan molestia, a grado tal que esas obras pueden ser objeto de agresión y ataque. Los administradores de los museos no entienden porqué alguien puede atacar una obra “tan bella”, es como si la belleza no podría ser causa de tormento. ¿Porqué ciertos cuadros provocan más que otros? ¿Qué se acuchillada, quemada o daña cuando se ataca a un cuadro? Este tema lo veremos la próxima semana.

anajbanos@hotmail.com

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