Textura de “la media naranja”
Por ANA BAÑOS, PSICOANALISTA / JULIO 28, 2007

“Tu mi complemento/mi media naranja/ya te quiero/sin cruzar palabra/si esto no es un sueño/eres mi otra mitad”  -Fey

 

Hay quienes se pasan la vida buscando a “su media naranja”. Unos dicen haberla encontrado; otros no cesan de buscarla; para otros más, ese sueño se ha agotado. Pero, ¿sabe usted de dónde viene esta expresión?

Se remonta a uno de los textos más hermosos de la literatura griega Del banquete o del amor, que es uno de los diálogos de Platón.

Platón nos dice cosas conmovedoras sobre el amor y lo hace de una manera cómica en boca precisamente de Aristófanes, el comediante. 

Cuenta Aristófanes que en un principio, los cuerpos humanos tenían forma esférica. En la tradición griega, la esfera, sphayros, es un ser de todos los lados parecido a sí mismo. Sphayros reinaba colmado por su propia suficiencia. El sphayros aglomera, asimila, aglutina. 

Aristófanes nos dice que habían 3 tipos de humanos con cuerpos esféricos: 1) aquellos todo macho, 2) aquellos todo hembra y 3) la esfera macho y hembra. Cada esfera tenía un par de genitales según su constitución y tenía dos caras, un cuello redondo, cuatro brazos y cuatro piernas. Para circular a alta velocidad, esta raza de humanos giraban dando vueltas sobre sus 8 miembros, a manera de una rueda de carro.

La descripción evoca a los payasos de circo que enfundados en un mismo traje, se agitan, arrestan y derriban mutuamente. ¿No es acaso así de cómico el amor? Los enamorados quieren estar siempre juntos para no ser más que uno.

En días pasados, una empresa de telefonía celular realizó una promoción para las parejas que no pueden separarse. Los comerciales para la televisión incluían precisamente esta imagen platónica, dos cuerpos enfundados en una misma prenda. 

Aristófanes nos narra que un día, estos hombres con cuerpos esféricos se rebelaron contra los dioses; sabiéndose fuertes se creyeron semejantes a ellos y construyeron una escalera para ascender al Olimpo. 
LA SEXUACION HUMANA
Zeus viendo la rebelión, tomó cartas en el asunto, se reunió en consejo con los demás dioses para defender el Olimpo. La decisión tomada fue sexuar sus cuerpos. Cada uno sería dividido por la mitad, haciendo de uno, dos. Sexo deriva del latín secare, que significa cortar, dividir, separar (hoy se usa el eufemismo “parte”, “partes” para nombrar el sexo).

"Voy a cortarlos en dos –decretó Zeus- así serán más débiles {…} caminarán en posición erecta sobre dos piernas. Pero si todavía se muestran insolentes, nuevamente los dividiré, de tal modo que se verán obligados a caminar saltando en un solo pie”.

Tras la sexuación, Zeus mandó a Apolo a curar sus heridas. Apolo cosió las carnes colgantes y las anudó en ese punto que llamamos ombligo; luego le dio vuelta al rostro para que los hombres tuviesen siempre a la vista la cicatriz y recordaran el castigo. De esta manera, los humanos quedaban permanentemente sobre aviso, que de volver a sublevarse la dosis podría repetirse.

MORIR DE AMOR
Y sucedió entonces, que las mitades andaban tristes, sollozantes. Buscaban ardientemente la parte que habían perdido. Cuando por suerte la encontraban se reunían, se abrazaban y así, enlazadas, deseando fundirse en una sola pieza morían de inanición, pues no querían hacer nada más una sin la otra.

Si moría una de las mitades primero, la que quedaba viva, al no soportar su soledad buscaba a otra mitad igualmente solitaria y así, enlazadas de nuevo, les llegaba la muerte.
Zeus con compasión ideó un plan para combatir esa tristeza. Les colocó sus “miserias” por delante (pues, cuando ordenó voltear la cara para ver el corte, los genitales habían quedado en la parte de atrás), ahora en el abrazo, las partes podrían regocijarse y tener descendencia. 

Platón se preguntó ¿Qué hace que dos pasen su vida juntos pese a que no sabrán siquiera decir lo que desean obtener uno del otro?

No es sólo el placer lo que une a los amantes en tan grande afección. Para Platón es evidente que cada uno de ellos desea alguna otra cosa que no sabe decir y que pide en forma enigmática. No obstante, la otra parte descifrará el enigma poniendo en juego un deseo.

Hemos dicho hace unas semanas (ver Texturas del Insulto)
 que el hablante, al hablar, no sabe lo que dice, le falta la otra parte: una respuesta. Sólo sabe lo que dice cuando aquel a quien se dirige se lo hace saber. ¿No es pues la respuesta un signo de amor?

Hay algo del amor que se realiza en la palabra. Con la palabra nos reconocemos, con la palabra hacemos el amor. 

SIMBOLO DEL AMOR
La palabra es símbolo, en griego Symbolon proviene de sumballein que quiere decir “poner junto” y también significa “tirar, tender”. El symbolon es signo de reconocimiento.

Un símbolo primitivamente era un objeto, una unidad que se cortaba en dos y cada uno de los huéspedes conservaba una parte. Huésped se llamaba tanto al que hospeda como al que visita. Entonces, cada uno de los huéspedes conservaba una parte y luego esa mitad se transmitía de padres a hijos. La reunión de ambas partes servía para reconocerse mutuamente, era la prueba de un pacto de hospitalidad. 

Entre las acepciones de symbolon encontramos también: signo, marca, comercio, distintivo, señal, contraseña, emblema, insignia, presagio, auspicio, convenio, tratado y síntoma. Bien decía Jacques Lacan, que una mujer era el síntoma de un hombre, y un hombre era para una mujer mucho peor que un síntoma.

El símbolo tiene la estructura de esos colguijes y dijes que compran los enamorados -a veces en forma de corazón
-. Dijes divididos en dos, que al juntarse se delata que encajan. El dije presenta una teoría del reconocimiento, donde un decir busca hacerse reconocer por otra parte, para así saber qué ha dicho. El que habla requiere del otro signo, que es signo de amor.

Símbolo quiere decir pues, juntemos las partes para hacer un todo.

Sólo que hay un efecto del símbolo mismo que impide -una vez que ha sido dividido- juntar el todo, del todo. Según Plotinio: “el amor, por su misma naturaleza, siempre quedará privado ahí cuando logra su objetivo”.

En la división siempre cae un resto, una morona irrecuperable. De ese resto hablaremos en otra ocasión.

anajbanos@hotmail.com